Bailá descalza,
que cruja el mundo seco a tus pies,
que se despierten
las diminutas bestias subterráneas,
que sepan
que una mujer está danzando
loquita y leve sobre el jardín.
Mariana Finochietto, en el epílogo
"Descalzos como quien no quiere romper o dañar. Hay pies que aplastan y otros que dejan huellas. Descalzos para sentir la caricia de una brisa suave o el calor tibio de un sol otoñal.
Descalzos para conectar con el milagro de la vida.
Descalzos, como acto de rebeldía, en un mundo que nos dice “calzate que te vas a resfriar”.
Descalzos porque, en definitiva, el otro es tierra sagrada. Nosotros, cada uno, somos tierra sagrada y somos parte de esa tierra que, al final del camino, del tiempo dado, cuando ya todo haya sido dicho, nos esperará en su seno para darnos un cálido abrazo".
Bailá descalza,
que cruja el mundo seco a tus pies,
que se despierten
las diminutas bestias subterráneas,
que sepan
que una mujer está danzando
loquita y leve sobre el jardín.
Mariana Finochietto, en el epílogo
"Descalzos como quien no quiere romper o dañar. Hay pies que aplastan y otros que dejan huellas. Descalzos para sentir la caricia de una brisa suave o el calor tibio de un sol otoñal.
Descalzos para conectar con el milagro de la vida.
Descalzos, como acto de rebeldía, en un mundo que nos dice “calzate que te vas a resfriar”.
Descalzos porque, en definitiva, el otro es tierra sagrada. Nosotros, cada uno, somos tierra sagrada y somos parte de esa tierra que, al final del camino, del tiempo dado, cuando ya todo haya sido dicho, nos esperará en su seno para darnos un cálido abrazo".