Eva es una mujer satisfecha consigo misma. Es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella, tiene su propia empresa y recorre el mundo buscando material para sus libros.

Casada desde hace tres años con Franklin, un fotógrafo e iluminador que trabaja en publicidad, decide, ya cerca de los cuarenta años y tras muchas dudas, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin.

Eva ha optado por la maternidad en un acto de amor, una noche en la que inesperada tardanza de su marido y la angustia e la espera la hicieron tomar consciencia de la mortalidad de Franklin, de su propia mortalidad. Pero, casi desde el comienzo, nada se parece a los inefables mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Para empezar, Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad y la está convirtiendo a ella en el mero contenedor del hijo por nacer, privándola de placeres tan apreciados por Eva como el sexo, la gimnasia o el vino. Y cuando nace, Kevin es el típico bebé difícil que tortura a los padres con sus llantos, que no quiere comer y hasta parece rechazar a su madre. Y con el tiempo se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el monstruoso antihéroe a quien nada le interesa sino la belleza de la pura maldad. Y en ese trayecto con final sangriento, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre, que nunca le ha podido querer.

Tenemos que hablar de Kevin - Lionel Shriver - Anagrama

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Eva es una mujer satisfecha consigo misma. Es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella, tiene su propia empresa y recorre el mundo buscando material para sus libros.

Casada desde hace tres años con Franklin, un fotógrafo e iluminador que trabaja en publicidad, decide, ya cerca de los cuarenta años y tras muchas dudas, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin.

Eva ha optado por la maternidad en un acto de amor, una noche en la que inesperada tardanza de su marido y la angustia e la espera la hicieron tomar consciencia de la mortalidad de Franklin, de su propia mortalidad. Pero, casi desde el comienzo, nada se parece a los inefables mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Para empezar, Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad y la está convirtiendo a ella en el mero contenedor del hijo por nacer, privándola de placeres tan apreciados por Eva como el sexo, la gimnasia o el vino. Y cuando nace, Kevin es el típico bebé difícil que tortura a los padres con sus llantos, que no quiere comer y hasta parece rechazar a su madre. Y con el tiempo se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el monstruoso antihéroe a quien nada le interesa sino la belleza de la pura maldad. Y en ese trayecto con final sangriento, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre, que nunca le ha podido querer.

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