La poesía es, sin lugar a dudas, la previa del alarido, del grito de hartazgo, del pedido de auxilio de las gargantas resquebrajadas. La poesía es la mejor versión de nosotros mismos, de nosotras mismas, murmurando sobre el papel lo que el mundo merece saber sobre quiénes somos y, especialmente, sobre las cosas que cargamos.

El murmullo de un río manso adormece, por eso la poesía precisa de los saltos y las cascadas que convierten la quietud del agua en trueno y aluvión.

Le hace falta el ruido para alcanzar las tierras donde podrá anidar y reproducirse. La cascada es el impulso que toma el agua para alcanzar las orillas donde aguardamos bajo el sol, con un paisaje eterno grabado en los ojos.

Ofrézcanle siempre un cuenco de poesía fresca a quien ande con sed de mundo.

Esa dualidad río-cascada se hace evidente en el trabajo poético que construye la ilustradora Cinwololo que, en furiosa sinestesia, va reconfigurando las líneas del dibujo para imprimir en su escritura la dulce huella de lo simple, que porta la fuerza suficiente para alcanzar todas las orillas.

En la búsqueda de su propia voz, de su propio grito, la autora va soltando un puñado de murmullos sobre el papel, fogoneando a quienes han sabido encontrarse y reconocerse en la sublevación al impiadoso orden de lo silencioso.

Orillas - Cinwololo - Sudestada

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La poesía es, sin lugar a dudas, la previa del alarido, del grito de hartazgo, del pedido de auxilio de las gargantas resquebrajadas. La poesía es la mejor versión de nosotros mismos, de nosotras mismas, murmurando sobre el papel lo que el mundo merece saber sobre quiénes somos y, especialmente, sobre las cosas que cargamos.

El murmullo de un río manso adormece, por eso la poesía precisa de los saltos y las cascadas que convierten la quietud del agua en trueno y aluvión.

Le hace falta el ruido para alcanzar las tierras donde podrá anidar y reproducirse. La cascada es el impulso que toma el agua para alcanzar las orillas donde aguardamos bajo el sol, con un paisaje eterno grabado en los ojos.

Ofrézcanle siempre un cuenco de poesía fresca a quien ande con sed de mundo.

Esa dualidad río-cascada se hace evidente en el trabajo poético que construye la ilustradora Cinwololo que, en furiosa sinestesia, va reconfigurando las líneas del dibujo para imprimir en su escritura la dulce huella de lo simple, que porta la fuerza suficiente para alcanzar todas las orillas.

En la búsqueda de su propia voz, de su propio grito, la autora va soltando un puñado de murmullos sobre el papel, fogoneando a quienes han sabido encontrarse y reconocerse en la sublevación al impiadoso orden de lo silencioso.

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